Mini templo urbano

Una de las cosas que más me gusta al pasearme por las calles de ciudades japonesas es encontrarme con pequeños templos budistas o mini santuarios sintoístas. A veces están tan integrados en la arquitectura que ni te das cuenta.

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Bañándose con fruta

Llegó el frio, y con él la temporada de onsen (baños termales) en Japón. Una de las tradiciones curiosas de los onsen es poner fruta flotando en los ofuros (bañeras). Según el simpático abuelete que se me puso al lado en el ofuro es algo que se lleva haciendo desde la era Jomon en Japón (hace miles de años).

Un día que no falta la fruta en el baño es el día del solsticio de invierno. La creencia dice que ayuda a eliminar enfermedades y a tener salud durante el año que está a punto de comenzar. En el onsen que estuve yo el día de solsticio tenían yuzu (limas japonesa) gigantes de Kyushu. La ciencia dice que el agua caliente del ofuro reacciona con los yuzu extrayendo el «nomilin» (También presente en pomelos, limones y otros cítricos) ayudando a relajar el cuerpo, a mejorar la circulación y a dejar la piel suave y tersa.

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Los capybaras también disfruta de baños afrontados

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Matsuris y la fertilidad, mikoshis penetrando santuarios

“Héctor, ¡no me importa lo que diga la Wikipedia! Para mi los mikoshis representan la masculinidad y los santuarios la feminidad” me dijo Taka con una sonrisa después de engullir el ultimo trago de su Sapporo de medio litro.

Taka se había pasado desde las seis de la mañana hasta las tres de la tarde llevando un mikoshi al hombro junto con otros hombres de la localidad. Pero en vez de estar cansado el matsuri le había dado energía para discutir.

“Aquí dice que por lo general en los matsuris se pide a los kamis 神 (Dioses/espíritus) que llueva mucho para tener buenas cosechas” le respondí con escepticismo.

“Por supuesto. Por eso hemos llevado los mikoshis por todos los caminos que rodean los campos de arroz fertilizándolos. Pero… cómo te lo podría explicar… Conforme yo lo veo, la fertilidad en la agricultura, en la naturaleza y en los seres humanos van ligadas de la mano.”

A continuación se sacó un iPhone del bolsillo y me enseñó esta foto que habían sacado por la mañana a su grupo con un mikoshi al hombro:

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“Ahí estamos nosotros empujando el mikoshi hacia dentro del santuario.” me dijo acercando la pantalla a mis ojos.

“Ya veo, si que tiene algo sexual.” le respondí riendo.

“Fíjate en los caracteres que forman la palabra santuario.” me dijo mientras con un bolígrafo escribía 神宮 jinja (santuario sintoísta) en un post-it “El primer carácter es el de kami 神 y el segundo palacio 宮”

“Ya veo…”

“Y ahora lo comparamos con la palabra útero, shikyu 子宮”

“¡Vaya! Literalmente sería palacio 宮 de los niños 子” le respondí con entusiasmo.

“Ves, los caracteres de la palabra santuario nos dicen que representa el órgano sexual femenino.” dijo mientras abría una segunda lata de Sapporo. “Es más, mira, así es como se ve un santuario desde arriba”

Taka se esmera dibujando un santuario mientras yo busco en google maps. El resultado de su dibujo y el mapa de un santuario que encontré en google maps se parecían bastante:

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“Ves, el centro del honden es el útero y las dos salas del fondo son las trompas de falopio” me soltó Taka todo convencido dibujando flechas enfatizando las supuestas trompas de falopio.

“¿En serio? Esto se empieza a parecer a una novela de Dan Brown.” le contesté volviendo otra vez a mi modo escéptico.

“¡Que sí!” dijo Taka riendo y dándole a la cerveza y concluyendo: “Piénsalo, los matsuris son actos sexuales, actos de reproducción. Los hombres llevamos los mikoshi a hombros meneándolos hacia arriba y hacia abajo de forma rítmica. Cuando hemos llegado esta mañana a la entrada del santuario, a la entrada de la mujer, lo hemos empujado hacia dentro penetrando hasta el palacio de los niños 子宮.” da otro trago a la cerveza analizando mi cara de casi convencido. “No es nada raro todo lo que te cuento, en el pasado el sexo era algo sagrado, algo que podía crear seres humanos y se celebraba en comunidad, no como ahora que se ha convertido en algo tabú y sucio.” terminó Taka levantando la voz emocionado.

“¡Vale, vale! Me has convencido.” le dije dándole una palmada en el hombro “Así como me lo has contado me hace ver los matsuris desde una perspectiva algo diferente. ¡Te has pasado el día moviendo un miembro sexual gigante Taka!”

Muchas risas.

Después de terminar su segunda cerveza fuimos dando un paseo hasta la plaza del pueblo donde continuaban las celebraciones. Compramos unos yakitoris en un yatai (Tenderetes de comida ambulante). Comenzaron a llegar carrozas de cada uno de los grupos del matsuri local. A estas horas del día la ceremonia «oficial» del matsuri ya había terminado. Todo mucho más relajado que por la mañana cuando tienen que llevar los mikoshi a hombros. Me encantó ver a gente de todas las edades pasándolo bien juntos, es algo difícil de ver en el centro de Tokio entre semana, incluso los niños se subían a las carrozas a tocar los taikos.

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La berenjena y el pepino en Obon

En Japón estamos ahora de Obon お盆, una celebración de origen budista para honrar a los espíritus de nuestros antepasados. Se suele celebrar desde el día 13 al día 15 de Agosto con matsuris por todo el país.

Una de las tradiciones del obon consiste en pinchar berenjenas y pepinos con palillos de madera. Los pepinos representan caballos y las berenjenas representan vacas. Según la leyenda, los espíritus de los antepasados viajan encima de vacas y caballos para ir y venir a nuestros mundo. En estas fotos que he sacado en una cafetería en Kichijoji no tienen incienso pero se les suele poner incienso al lado. El hilo de humo del incienso marca el camino de nuestro mundo al de los espíritus para que no se pierdan al ir y venir.

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Fuegos artificiales de incienso – Senko hanabi

Una escena muy típica en parques y playas en Japón durante el verano es esta:

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Senko hanabi 線香花火 es difícil de traducir pero sería algo así como «fuego artificial de varita de incienso», realmente no tienen incienso pero son de forma y tamaño similar. Son varitas con una pequeña cantidad de pólvora que no explota y se ilumina con fuego de diversos colores durante unos segundos. Jugar con senko hanabi es divertido y no es nada peligroso.

Dicen que encender un senko hanabi y ver desaparecer su brillo en la oscuridad en un instante te hace sentir más de cerca la efemeridad de las cosas (Mono no aware 物の哀れ) y te ayuda a ser más sensible a la transitoriedad de nuestras vidas.

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Anotaciones relacionadas:

El nekomata de Kozushima

«¡Pluto!, ¡Superman!» gritábamos mi hermano y yo para que vinieran el perro y el gato a comer los restos de la cena. Pluto, el perro, siempre subía las escaleras a toda velocidad, comía con prisa moviendo la cola de lado a lado y al terminar se dejaba acariciar. Superman, aparecía cuando le daba la gana y solo se ponía cariñoso en raras ocasiones.

Una noche, mi hermano le fue a dar una raspa de pescado a Superman. Antes de que la dejara caer al suelo Superman sacó las uñas y arañó con furia la mano de mi hermano. No le hizo daño pero mi hermano terminó llorando. Yo me di tanto susto, que desde aquella noche de verano de los años 80 no he vuelto a confiar en los gatos.

25 años más tarde, después de disfrutar de una barbacoa bajo la luz de la Luna en una pequeña isla en el océano Pacífico llamada Kozushima 神津島, me alejé del grupo para ir a tirar algunos restos de basura.

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Cuando me acerqué al contenedor de basura dos ojos brillaron en la oscuridad. No se movía, pero con la mirada seguía la bolsa con restos de pescado que llevaba en la mano. Mis ojos se adaptaron a la oscuridad de la zona y pude ver su silueta, era un gato enorme con cara de pocos amigos. Tenía pinta de ser un gato salvaje que vivía en el bosque que separaba nuestro campamento de la orilla del mar. Se me aceleró el pulso y con un movimiento rápido tiré la basura al contenedor. El gato salvaje se asustó y salió corriendo a toda velocidad escondiéndose en los matorrales.

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Los nekomata 猫又 (neko es «gato» en japonés) son uno de los muchos tipos youkai 妖怪 (criaturas mitológicas del folklore japonés). Un nekomata es como un gato normal pero tiene dos colas. Según la leyenda cuando un gato se hace viejo al final le crecen dos colas y se transforma en nekomata, la única forma de evitar que esto suceda es cortándole la cola.

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Nekomata atacando en una obra de Shigeru Mizuki

Los nekomata se esconden durante el día en los bosques y por la noche se acercan a los pueblos usando sus superpoderes para atrapar y comer seres humanos. Además de ser fuertes y capaces de derribar a un samurai también pueden engañar hablando como seres humanos o utilizando sus poderes necrománticos para tomar el control de otros cuerpos. Dice la leyenda que cuanto peor trate una familia a su gato, más cruel será este con ellos cuando se convierta en nekomata al hacerse viejo.

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Este es uno de los ukiyo-e de una novela gráfica (Precursora del manga) publicada a mediados del siglo XIX en el que el enemigo en la historia es un nekomata

Me desperté con un sobresalto de muerte al sentir como un animal estaba hurgando justo a la altura de mi cabeza por fuera de la tienda de campaña. Oscuridad total, no veía nada. Asumí que era el gato que se me quedó mirando cuando fui a tirar la basura horas antes. «¡Un gato, un gato!» grité dando golpes a la pared de la tienda de campaña para espantarlo hasta que salió corriendo. Carlos y Gami se despertaron con mis gritos y me tomaron por loco. Pasado el susto, ellos se fueron a sacar fotos del amanecer a la playa, a pesar de estar alterado yo volví a caer dormido.

Por la mañana, al salir a la luz del Sol, tanto la mirada del gato al ir a tirar la basura como la visita del animal misterioso a nuestro campamento a las cinco de la madrugada habían quedado difuminadas en mi memoria entremezclándose con mis sueños. Aun con legañas en los ojos, me acerqué a la zona de los baños y me encontré con esta roca con un dibujo de un gato con dos colas atacando a un pez. ¡Un nekomata!

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Junto a esta roca con un enorme nekomata, leí un cartel que contaba el siguiente cuento:

«Hace mucho tiempo, un nekomata vivía aquí en Kozushima. Cada día, al oler el pescado llegar al puerto, aterrorizaba a los locales robándoles la pesca. Un día, un bravo pescador decidió enfrentarse al maldito gato de dos colas. El pescador fue tirando pescados formando un camino para atraer al nekomata acercándole poco a poco a una estatua Jizo (Budista). Cuando las miradas del Nekomata y la estatua Jizo se encontraron, los ojos de la Jizo brillaron y el Nekomata se asustó tanto que nunca volvió a molestar a los pescadores.»

¿Quién hurgó en nuestra tienda de campaña aquella noche en Kozushima? ¿Fue mi imaginación, el gato montés que vi esconderse en los matorrales o el nekomata del cuento del pescador?

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