Después del paseo por el parque de Mikasa empezó a llover y terminamos refugiados en una cafetería. La decoración del lugar era la típica de cafeterías tradicionales japonesas de la era showa: con mesas de madera y sillas de piel desvencijadas. Lo bueno de estos lugares es que te sirven café bueno (Casi siempre drip coffee) y algunas te invitan a quedarte un buen rato con libros y manga a disposición del cliente.
La temática de esta cafetería era claramente militar, las estanterías estaban llenas de libros sobre las fuerzas de autodefensa japonesas y cuadros y fotos de soldados estacionados en Yokosuka. También tenían manga, muchos de ellos con historias de la guerra.
Detrás de la cafetería surrealista nos adentramos en un templo en el que un viejete con ganas de hablar nos estuvo contando la historia del lugar. Estaba especialmente orgulloso de esta estatua de Naritasan 成田山 que se escondía al fondo del templo. Nos contó que Yokosuka, al estar algo apartado de Tokio, no fue totalmente destruido en la Segunda Guerra Mundial. Es raro ver algo de antes de la guerra cerca de Tokio, así que nos sorprendió ver esta estatua de madera que según él había sobrevivido la destrucción y tiene más de 400 años de edad. Al despedirnos del señor nos regaló amuletos de la suerte para el dinero, el trabajo y el amor.