Cada vez somos más en el parque. Me siento encima de una piedra al lado de unos setos de flores, pero nada más sentarme siento como la piedra empieza a vibrar. Los árboles y postes de la luz alrededor del parque se agitan al compás de las réplicas que siguen llegando cada 10-20 minutos. Seguimos todos intentando llamar por teléfono pero no podemos, tampoco enviar emails. Alguien consigue conectarse un momento y nos enteramos de la llegada del tsunami a las costas del norte llevándose por delante pueblos y ciudades. Nos sentimos más seguros que dentro de un edificio, pero cada vez hay más caras de preocupación.
Sobre las cinco y media de la tarde somos varios los que decidimos irnos de camino a casa. Los trenes no funcionan, están todos parados, los empleados de las líneas están revisando que las vías no estén dañadas. Muchos de mis compañeros de trabajo empiezan a caminar hacia casa, pero las distancias en Tokio son inmensas, a algunos les esperan varias horas de caminata. Yo marcho en bicicleta pero a los pocos minutos me tengo que bajar y caminar. Las calles están atascadas de coches y las aceras atestadas de viandantes. Las masas de gente avanzan caminando despacio, con calma pero con las cabezas gachas, muchos con los móviles en la mando intentando conseguir señal. En las tiendas de 24 horas y supermercados se forman colas.
Colas para llamar en un teléfono público, las líneas de móvil están colapsadas.
La comida en los supermercados se termina a la velocidad el rayo.
Después de una hora y media caminando llego a casa. Vivo en un bajo, por lo que no había muchos destrozos dentro de mi casa. Algunos libros y platos caídos, las mesas movidas y la pantalla del ordenador a punto de caerse pero a salvo. Me conecto para ver las últimas novedades, veo aterrado las primeras imagenes del tsunami.
Habíamos quedado todo el grupo de amigos para celebrar el 32 cumpleaños de Carlos y mi 30 aniversario. Pero Tokio está paralizado, los atascos son kilométricos, siguen sin funcionar los trenes, los autobuses están colapsados y es imposible coger un taxi. No es el mejor momento para festejar nada, cancelamos la celebración de nuestros cumpleaños hasta nuevo aviso.
Crónicas del terremoto: