En el artículo sobre el do pasé por alto los «koans» que son pequeñas historietas con forma de adivinanza, fábula o simplemente forma de koan que usaban los maestros Zen para enseñar a sus alumnos.
Según la filosofía Zen no se puede enseñar con palabras lo que es el Zen por lo que es el propio alumno el que debe aprender por si solo. Esto significa que en la relación maestro-alumno, el maestro tiene la función de guiar al alumno. Una de las formas para conseguirlo es utilizando los koans que parecen no contener información en si mismos pero ayudan a que el alumno sin darse cuenta pueda llegar a un mayor entendimiento del universo. Es como intentar comunicar algo sin decirlo directamente, algo que en cierta medida ha llegado hasta la mente de los japoneses de hoy en día y sobre todo a los escritores japoneses.
Quizás uno de los koans más conocidos es aquel que dice: «¿Cómo suena una palmada ejecutada con una sola mano?». Veamos un koan que nos intenta acercar al entendimiento de que el universo es inmutable y es nuestra mente la que lo interpreta a su manera:
Dos monjes estaban discutiendo acerca de una bandera. Uno dijo, «La bandera se está moviendo». El otro dijo, «El viento se está moviendo». Sucedió que el sexto patriarca, Zenón, pasaba justamente por ahí. El les dijo, «Ni el viento, ni la bandera; la mente se está moviendo».
Al terminar de leer un koan se nos queda un sabor agridulce, nos quedamos sorprendidos, nos quedamos por unos instantes en un estado alógico. Cuando estamos en un estado de perplejidad es cuando nuestro cerebro comienza a pensar de forma algo no lógica, nuestros pensamientos se tambalean, de esta forma según las filosofías orientales podremos avanzar hacia la iluminación.
El discípulo Doko se apersonó a un maetro zen, y le dijo: «Estoy buscando la verdad. ¿Cuál es el estado mental en el que debo perfeccionarme para encontrarla?».
Dijo el maestro: «No hay mente, de modo que no puedes ubicarte en estado alguno. No hay verdad, de modo que no puedes perfeccionarte para alcanzarla».
«Si no hay mente que perfeccionar, ni verdad por encontrar, ¿por qué tienes aquí esos monjes que se reúnen todos los días ante ti para estudiar el zen y perfeccionarse mediante ello?»
«pero si aquí no hay siguiera un palmo de sitio», dijo el maestro, «cómo podría haber una reunión de monjes?». «¿Y yo no tengo lengua, ¿cómo podría entonces llamarlos o impartirles enseñanzas?».
«Oh, ¿cómo puedes mentir así?», dijo Doko.
«Pero si no tengo lengua que me permita hablar, ¿cómo podría mentirte?», repondió el maestro.
Entonces, Doko dijo con tristeza, «no puedo seguirte. no puedo comprenderte».
«Yo no puedo comprenderme a mí mismo», dijo el maetro.
Y para terminar un último koan para terminar de perturbar totalmente la lógica de nuestro pensamiento.
Joshu preguntó al mestro Nanse, «¿Cuál es el verdadero Camino?»
Nansen respondió, «El camino de cada día es el verdadero Camino».
Joshu preguntó, «¿Puedo estudiarlo?».
Nansen respondió, «Cuanto más lo estudies, más te alejarás del Camino».
Joshu pregunto, «Si no lo estudio, cómo puedo conocerlo?».
Nansen respondi´, «El Camino no es de las cosas que se ven, ni de las cosas que no se ven. No es de las cosas conocidas, ni de las cosas desonocidas. No lo busques , ni lo estudies, ni lo nombres. Para alcanzarlo, ábrete con la amplitud del cielo».
Los tres koans de esta entrada han sido extraídos de Gödel, Escher, Bach un Eterno y Grácil Bucle. Un metalibro que estoy metareleyendo y recomiendo a todos aquellos que quieran aprender más sobre nuestra mente, sobre la esencia de las matemáticas y sobre el universo.
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