Creo que fue el momento en el que terminé de escribir Shinrinyoku lo que me impulsó a querer volver a visitar Karuizawa. Es un pueblo que al pasear por sus calles no sabes muy bien dónde está el centro, sus casas se desperdigan en todas direcciones y sus tejados se difuminan con el verde de la naturaleza escondiéndose disimuladamente bajo los árboles.
Se localiza al este de la prefectura de Nagano y tiene el extraño honor de ser el único lugar del mundo que ha alojado tanto pruebas de juegos olímpicos de verano (Hípica) como de invierno (Curling).
Es uno de los destinos favoritos de muchos tokiotas para pasar fines de semana, ya sea en verano para escapar del calor asfixiante de la ciudad, o en invierno para disfrutar de sus pistas de esquí.
Karuizawa no es un lugar ideal turistear, pero es perfecto para relajarse rodeado por naturaleza. No es un destino típico la primera vez que viajas por Japón pero conozco gente que lo eligió y les encantó por lo diferente que es al resto del país. Tiene el aspecto de un pueblo suizo que se escapó de Europa y aterrizó en el centro de Japón.
Karuizawa era una aldea sin apenas relevancia alguna hasta que el misionario canadiense Alexander Croft Shaw visitó el lugar en 1888 y le gustó tanto que estableció allí su casa y una pequeña iglesia anglicana y lo declaró como lugar ideal para pasar el verano. Desde entonces ha sido destino favorito de muchos diplomáticos destinados a Japón. También es un lugar de relax y descanso elegido por el emperador Akihito. Parece ser que le gustaba a ir a jugar a tenis a Karuizawa cuando era joven y dicen que fue allí donde se enamoró de Michiko. John Lenon y Yoko Ono también vinieron a Karuizawa varias veces y se alojaban siempre en el famoso hotel Mikasa.
Al ser una zona de montaña lo mejor para moverse es ir en coche. Nosotros alquilamos un coche al lado de la estación de Karuizawa (Donde para el tren bala shinkansen) y nos dirigirnos a explorar los bosques del norte. Desde la carretera pudimos ver el hotel Mikasa asomándose entre los árboles. Decidimos pasar por alto el famoso hotel y seguir por la carretera de montaña a pasar la mañana en los bosques.
Unos kilómetros más allá, cuando la carretera se comenzaba a empinar aparcamos en el punto de comienzo de una ruta de hikking. Al salir del coche, un golpe de aire rejuvenecedor nos puso las pilas e iniciamos una caminata por unos bosques magestuosos que forman parte de los alpes japoneses. Durante toda la ruta no nos encontramos a nadie más, solo nos acompañaron el canto de los pájaros y el murmullo del viento acariciando los árboles.
Me fascinó la variedad de verdes que se podían apreciar, algunos tan vivos que parecían brillar. Dicen que mayo es la mejor época para visitar los bosques japoneses porque cada una de las variedades de árboles muestra su color en su máximo esplendor.
Seguimos el curso de un riachuelo hasta que cruzamos un puente de tablas de madera. Al llegar al final de la ruta disfrutamos del efecto relajante de ver el agua cayendo por la cascada “que devuelve a los dragones”. Un panel de madera tiene escrito el nombre de la cascada en grande: 竜返しの滝 (竜: dragón, 返し: devolver, の: de, 滝: cascada).
Otro cartel al lado, nos avisa del peligro de los osos que cada vez son más abundantes en las montañas de Japón. El letrero explica que los osos de los alpes japoneses son tímidos (Les asustan los ruidos) y que lo mejor para evitar que se acerquen a ti es hablar con tus compañeros cuando hagas montañismo y evitar caminar solo en silencio.
Aviso de peligro por presencia de osos en los bosques
Al volver hacia el coche nos encontramos con un zorro muerto que parecía recién salido de una película o serie de zombies. Nos preguntamos porqué habría muerto el zorro: ¿un ataque de un oso? No, porque seguramente se lo habría comido…
De vuelta al coche avanzamos varios kilómetros más por la carretera de montaña, cada vez más angosta, hasta llegar al aparcamiento de las cascadas de Shiraito, “las cascadas de los hilos blancos” 白糸の滝 (白: blanco, 糸: hilo, の: de, 滝: cascada). Al contrario que la ruta anterior, aquí en Shiraito está lleno de turistas porque es uno de los destinos más populares de Karuizawa.
Son unas cascadas de poca altura (3 metros) pero muy anchas (70 metros) que forman una cortina de agua con una forma muy peculiar y única.El nombre de la cascada la describe bien, parece como si múltiples hilos de agua surgieran de forma mágica del bosque. La montaña tiene varias capas de roca volcánica alineadas de forma horizontal que fuerzan el agua a salir al exterior.
El agua proviene del Volcán Asama (2548 metros de altura, última erupción en el 2009) está justo al lado. El panel de información explica que cuando la capa de nieve que cubre el Volcán Asama durante el invierno se deshiela, el agua viaja muy poco a poco, durante seis años, hasta surgir por por la cascada.
La cascada de los hilos blancos (Shiraito) en Karuizawa es uno de los lugares más visitados de la zona.
Después de disfrutar de la naturaleza durante horas volvimos hacia el pueblo y aparcamos junto al hotel Mikasa que es ahora un museo. Pagamos el ticket, y nos adentramos a explorar el hotel donde se solían alojar eminencias de todo el mundo que visitaban Japón.
Fue construido en el año 1905 y desde fuera parece un edificio que parece haber salido de algún lugar de centro-europa. Tiene dos plantas con habitaciones espaciosas y ventanas altas luminosas. En la era Meiji (Finales de siglo XIX y principios siglo XX), era muy típico en Japón construir imitando arquitectura occidental porque era lo novedoso. El hotel Mikasa está considerado como uno de los mejores ejemplos de imitación de arquitectura europea en Japón, se usaron los mismos materiales y métodos construcción que en la europa de la época. Hoy en día, está considerado por el gobierno japonés como Tesoro Nacional.
El hotel Mikasa, construido en 1905.
Vistas desde el interior del Mikasa
Una cafeteria-restaurante sirve también de recepcion, un piano que seguramente lleve décadas sin tocarse está junto a una de las dos chimeneas de leña que calentaban el lugar en los inviernos del siglo pasado. Las escaleras amplias del centro del hotel me recordaron al escenario de alguna película de miedo hollywodense. Cuando terminamos nuestra visita, justo llegaba pareja de recién casados a hacerse una sesión de fotos dentro del hotel-museo.
El resto de días en Karuizawa seguimos explorando su naturaleza bañándonos en sus verdes y haciendo fotos de sus casitas que parecen haber salido un capítulo de Heidi.