Sergio Lorenzi me manda otras dos fotos para la colección de nombres desafortunados, ¡gracias!
Otros nombres desafortunados encontrados en Japón:
Sergio Lorenzi me manda otras dos fotos para la colección de nombres desafortunados, ¡gracias!
Otros nombres desafortunados encontrados en Japón:
Capcom abrirá una cafetería-restaurante en Saitama a finales de mes. Servirán pociones, que son bebidas de colores, y platos adornados como si fueran items o personajes de Capcom, la mayoría de Monster Hunter X. Adjunta a la cafetería tendrán tendrán una tienda con merchandising exclusivo.
Web oficial de la cafetería, Localización en Google más
Anotaciones relacionadas:
Otra para la colección de nombres desafortunados.
Otros nombres desafortunados encontrados en Japón:
El primer ministro de Japón ha anunciado cómo el gobierno se va a mover para facilitar la introducción de varios tipos de vehículos pilotados/conducidos por inteligencias artificiales antes de las olimpiadas del 2020. Ahora mismo, tanto en Japón como en otros lugares, no es un problema de tecnología sino se seguridad y de legislación. La administración de Abe planea desregularizar no solo drones y conducción automática, también el uso de inteligencia artificial en servicios/robots médicos.
Este es un ejemplo de drone-puerto que se tendrían que instalar edificios y casas que quieran recibir paquetes o cartas via drones en vez de correo tradicional.
Anotaciones relacionadas:
La primera vez que fui a Hakone fue un día de lluvia y no vi el Monte Fuji sobre el lago Ashi.
Hace nueve años, fui a Hakone otra vez aprovechando la visita de mis padres. Reservé un ryokan tres noches. «Si estamos tres días seguro que lo veremos asomarse» le dije a mi madre paseando por la orilla del lago la primera noche.
Cada mañana, la ilusión de poder verlo, me despertaba antes que a mis padres. Con legañas en los ojos, salía vestido con yukata al jardín del ryokan a comprobar si habría suerte o no. Pero una neblina eterna, que parecía salida de una novela de Oscar Wilde cubría con su velo el Monte Fuji y todas las demás montañas y bosques que nos rodeaban.
Nos fuimos de Hakone sin verlo.
Con el tiempo he aprendido que el Monte Fuji se deja ver cuando menos lo esperas, a veces es tímido y otras veces es un descarado. Hay meses de invierno que su pico nevado me da los buenos días cada mañana cuando abro la ventana junto a mi escritorio. En verano me abandona, escondiéndose en el horizonte calimoso de Tokio y dejándose ver tan solo los días después de que una tormenta veraniega o un tifón haya limpiado el cielo.
Hace unas semanas fui por tercera vez a Hakone. Esta vez mis expectativas eran mínimas. Nada más bajarme del autobús, todavía somnoliento y medio mareado después de media hora de curvas de carretera de montaña, entré en una tienda 24 horas a comprarme un café sin siquiera mirar hacia el lago.
«Mira papá, se ve el Monte Fuji» dijo un niño mirando por la ventana de la tienda 24 horas. Me giré hacia la ventana mientras esperaba a que la máquina de café terminara, y allí estaba él, observándome las espaldas sin decir nada.
Me senté a beber el café al borde del lago Ashi, me acompañaban a varios pescadores que dejaron la caña a un lado y la sustituyeron por el smartphone con el que sacaron todas las fotos que pudieron porque sabían que el espectáculo no duraría. Enseguida llegaron las nubes, que comenzaron abrazando al Monte Fuji por abajo dejando la cima flotando en el cielo. En cuestión de minutos terminaron por cubrirlo entero llevándoselo a otra dimensión.