¿Qué hace que las calles de un lugar u otro se sientan de forma diferente? Para los recién llegados a Japón el cambio es tan radical que cualquier elemento fuera de lo normal llama la atención: las farolas, los cables colgando, las tapas de alcantarilla, los carteles de neones, los kanjis, las redes para tapar la basura desgarradas por las uñas de los cuervos. Pero con el tiempo uno se acostumbra y cuesta encontrar el sabor de esos pequeños detalles que forman el todo. Te sientes como el pez que nunca ha salido del mar. Con el tiempo he perdido sensibilidad a los encantos locales, me sorprendo más cuando paseo por calles fuera de Japón que aquí.
Aun así, me he dado cuenta, observando mis fotos, que hay ciertos temas que se repiten en ellas. Hay detalles que capturo de forma repetida con mis cámaras, sin cansarme, por muchos años que pasen. Una de estas obsesiones que emergen de mi subconsciente son las líneas amarillas que pueblan las aceras y estaciones de Japón.
Estas líneas amarillas sirven a los invidentes para guiarse, tocándolas con sus bastones o simplemente pisándolas. También son una guía (no solo para los invidentes) para saber hasta donde te puedes acercar en el andén de los trenes. «Es peligroso, esperen detrás de la línea amarilla» «危ないですから、黄色線までおさがりください» dicen por megafonía cada vez que llega un tren.
Mi «arte» amarillo tuvo presencia en el Tokyo Art Fair de este año gracias a una colaboración con la artista Yoshiko Brigitte. Se me hizo bastante raro ver a desconocidos parándose a contemplar una de esas líneas amarillas que capturé bajo la lluvia hace ya casi diez años.
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