Uno de los acompañantes más típicos de un menú tradicional japonés es la sopa de miso. La sopa de miso, junto con el arroz, son algo así como nuestro pan que acompaña a cada comida. Es una sopa que cuando llegué a Japón no me llamó mucho la atención pero ahora soy un adicto a ella. Me encanta tomármela al final de cada comida.
El ingrediente principal de la sopa es el miso, una especie de pasta/salsa que se produce a partir de la fermentación de soja utilizando sal y un hongo llamado kojikin (麹菌). La versión de soja es la más popular pero también se hace miso fermentando arroz o avena. El miso es altamente nutritivo, tiene muchas proteínas, minerales y vitaminas. Además de usarse en la sopa de miso se utiliza mucho en la cocina japonesa desde hace siglos, su producción es barata y se puede conservar durante mucho tiempo.
La preparación de sopa de miso es supersencilla:
- 1.- Agua caliente o caldo/dashi (70~80 grados)
- 2.- Disolver miso en el agua (Más o menos una cuchara de sopa por cada 500ml)
- 3.- Añadir lo que te de la gana a la sopa (Según la zona de Japón te encontrarás con diferentes ingredientes. Los ingredientes extra más típicos suelen ser algas wakame, tofu y champiñones).
En realidad la preparación correcta es algo más complicada, pero esta es la forma más sencilla para empezar. Si queréis perfeccionar la técnica yo suelo hacerla así.
La sopa de miso es buena para aligerar la digestión, es alta en antioxidantes, contiene gran cantidad de Vitamina E y Vitamina B12. Varios estudios dicen que es buena para prevenir el cancer y reduce los niveles de colesterol LDL. Hay incluso estudios que dicen que el consumo de sopa de miso ayudó mucho en la recuperación de los afectados por la radiación de Hiroshima y Nagasaki y la sopa fue administrada a diario más tarde a las víctimas de Chernobyl.
El consumo de sopa de miso quizás sea una de las razones por las que los japoneses viven tanto.