Este fin de semana nos juntamos siete fantástic@s y nos largamos hacia las montañas, fuimos lo más lejos de Tokio que pudimos. Nos bajamos del tren en Kudoyama y caminamos con mucha calma hasta llegar al templo de Jisonin. En la entrada del templo nos encontramos con este simpático monje que hablaba por teléfono con voz pausada, como si tuviera todo el tiempo del mundo para hablar.
Cuando terminó de hablar por teléfono se nos acercó y empezó a contarnos historias sobre su templo con cara orgullosa. Le vimos pinta de fotogénico y nos pusimos a tomarle fotos mientras hablaba.
«¿Véis la tumba esa que hay en la esquina?», dijo el monje. «Sí, es la tumba de un perro, ¿verdad?», le contestamos. «Se llamaba Gon, vivió con nosotros casi veinte años hasta que murió en el 2002. Le pusimos de nombre «gon» porque cuando era un cachorro se alegraba mucho cuando oía el sonido del gong por la mañana.»
«Se parece a la estatua de Hachiko, pero es más pequeña», comenté en voz baja mientras seguía haciendo fotos. Levantó un poco la voz y dijo: «Nuestro perro Gon sí que es un perro DE VERDAD, no como Hachiko. Gon acompañaba todos los días a los peregrinos por las montañas hasta la puerta de Daimon. Hacía de guía caminando con desconocidos por un tramo de más de 20km todos los días y volvía sólo poco antes de que cayera el Sol. Fue un perro fiel, obediente, dedicado, trabajador en inteligente. En cambio, Hachiko era un perro vago, tonto e inútil que lo único que hizo fue esperar en Shibuya durante años y años. Además, algo que no cuenta la película de Hachiko de Richard Gere es que el perro Hachiko no hacía más que cagar en la puerta de la estación de Shibuya. La gente no quería a Hachiko, de hecho la gente se quejaba por tener que aguantar a un perro pulgoso cagando cerca de donde paraba el tren y tener que esquivar sus cacas cada mañana». Sí, dijo la palabra «caca» varias veces al terminar la explicación y nos empezamos a reír todos, el monje incluído.
«¿Os habéis enterado? ¡Nuestro perro Gon mola más que Hachiko! Que no os engañe la gente de Tokio»
Está foto en la que salimos yo y el monje nos la sacó Ikusuki.
Actualización: Ikuski también lo cuenta en su blog y ha buscado más información sobre el perro por Internet.