Hace unos meses me dí cuenta de que después de muchos años estudiando japonés por fin podía leer un libro «normal» (No un libro para niños) con suficiente agilidad como para no aburrirme durante la lectura. Resulta que uno de mis escritores favoritos, Haruki Murakami, es japonés y he leído prácticamente todos sus libros que han sido traducidos al inglés. Así que decidí ir a Kinokuniya a buscar libros de Haruki Murakami que no han sido traducidos.
Esta es la estantería de libros de Haruki Murakami en Kinokuniya. No sólo son libros suyos, también hay libros de otros autores hablando sobre Haruki Murakami, o divagando sobre su estilo literario etc.
Entre tanto libro, encontré una serie de tres libros con diarios de viaje de Haruki Murakami en los que relata algunos de sus viajes durante los años 80 y 90. Me compré los tres libros y en este artículo os cuento algunos de los detalles que más me llamaron la atención de uno de esos libros, titulado «辺境近境».
Al leer un diario de Haruki Murakami te das cuenta de lo quejica que es. Se queja por todo, sobre todo cuando está viajando fuera de Japón. Aunque sus quejas me son bastante familiares, son muy típicas de japoneses viajando al extranjero. Los japoneses están tan acostumbrados a las comodidades de su país que cuando van fuera no paran de ver inconvenientes, sobre todo en temas de transporte.
El libro comienza con una de las aventura por Japón. Murakami decide experimentar lo que se siente pasando la noche en una isla no habitada. Consigue que le lleven a una pequeña isla no habitada y cuenta como intentó que se convirtiera en una experiencia idílica, tomando el Sol y bañándose en el mar. Pero al final más que algo idílico se convirtió en una pesadilla. Murakami se pasa la mitad del relato quejándose de los mosquitos y bichos que le hicieron la vida imposible, pero se queja hasta tal punto que te hace reír, lo hace con buen humor. A mi me quitaron las ganas de pasar una noche en una isla desierta después de leer este relato.
En la siguiente historia cuenta su viaje durante un mes por México en el año 1992. Fue bastante aventurero y estuvo un mes en plan mochilero viajando en autobuses y coche. Me hizo gracia cuando se queja de la música que ponían en todos los autobuses y que por mucho que se ajustara los auriculares del Walkman le era imposible librarse del «chakachakacha te quiero mi amor chakachakacha». En palabras de Murakami «Escuchar música folclórica mexicana durante 5 o 6 horas al día debería ser algo insoportable por cualquier ser humano». También deja claro que no se queja en particular de la música mexicana, y dice que él tampoco podría soportar varias horas seguidas escuchando «Best of Queen». Sobre sus aventuras por México también me hizo gracia su comentario sobre los «topes». Gracias a Murakami aprendí que «tope» es la palabra que se utiliza para los «bultos reductores de velocidad» en México. ¡Esos malditos «bultos reductores de velocidad» que últimamente están tan de moda¡, sobre todo al llegar a rotondas. Haruki Murakami explica cómo le fastidian los saltos al ir viajando en coche y el continuo estrés de tener que ir atento a los topes. Explica que él lo solucionaría poniendo carteles de «¡Reducid la velocidad!» a la entrada de los pueblos pero también reflexiona que el problema sería que nadie lo respectaría. ¡Al leer esta parte de los «topes» me dí cuenta de que en Japón no existen los malditos bultos reductores de velocidad!, nunca me había dado cuenta. Es más fácil percatarse de nuevos inconvenientes en la vida que darse cuenta de nuevas comodidades. En Japón no hay bultos reductores de velocidad y apenas hay rotondas, ambos, elementos que han invadido las carreteras de España y de prácticamente toda Europa durante los últimos años.
Esta es la frase donde Haruki Murakami se empieza a quejar de los «TOPE».
En la siguiente historia cuenta su aventura en un viaje en el que se va con unos amigos a comer udon a Shikoku. De este viaje apenas de queja de nada pero se le ve la vena de «gourmet» y de pasión por la comida que casi todos los japoneses tienen. Muchos japoneses se van de viaje con el único propósito de comer y pasar la noche en buenos hoteles con baños termales. Murakami viaja hasta la provincia Kagawa-ken en la región de Shikoku, un lugar cuya cocina de la tierra es el udon. Cuenta su experiencia comiendo en algunos de los mejores restaurantes de udon de la provincia y también en algunos de los más peculiares. Por ejemplo, estuvo en un restaurante en el que si quieres cebolla en el udon tienes que salir al huerto que hay detrás y coges la cebolla que mejor pinta tenga.
Esto es udon. Básicamente son fideos gordos. A mi no me fascina mucho.
Este es un dibujo hecho por Murakami que acompaña al capítulo del «Viaje del udon». En el dibujo explica las peculiaridades de los restaurantes de udon de la provicincia de Kagawa-ken.
En otro de sus diarios de viaje recopilados en el libro cuenta su viaje a Mongolia y el porqué decidió hacer un viaje allí. Resulta que cuando estaba en el colegio, Haruki Murakami se topó con un libro de fotos de la guerra de Mononhan. Una guerra poco conocida en occidente, pero que fue para los Japoneses el principio de una pesadilla llamada Segunda Guerra Mundial. El conflicto de Mononhan duró cuatro meses en 1939, en la frontera entre Mongolia y Manchuria (Que era una colonia Japonesa) que enfrentó al Imperio Japonés y a la Unión Soviética. Los japoneses salieron perdiendo y decidieron retirarse del conflicto. Dicen algunos historiadores que la derrota de Japón en Mononhan fue decisiva porque evitó que Japón se animará a continuar en una posible «conquista» de Rusia y lo que podría haber constituido una unión de territorios entre Japón y Alemania.
En el libro de fotos que se encontró Murakami había una foto de un tanque y una foto de un avión viejos en las praderas de Mongolia. Murakami dice que esas fotos se le quedaron grabadas en la retina por alguna extraña razón. Más tarde, cuando Murakami vivía en Estados Unidos encontró un montón de libros de historia sobre la batalla de Mononhan y se los leyó todos. Se convirtió en una especie de afición para él y decidió viajar a Mongolia para ver la zona en persona, en concreto a Mononhan, un pequeño poblado que ahora en la frontera entre china y Mongolia. Murakami terminó demostrando todo su conocimiento sobre el incidente de Mononhan en la novela The wind up bird chronicle donde gran parte de la acción y el misterio transcurre en la zona de Mononhan.
Haruki Murakami en las praderas de Mononhan subido encima de un tanque abandonado como el que vio en un libro cuando era niño.
El libro termina con varias divagaciones de Murakami mientras pasea por Kobe, la ciudad en la que vivió cuando era joven. Habla sobre todo de lo mucho que ha cambió la ciudad después del terremoto. Y también cuenta su visita a una curiosa pizzeria que podéis seguir leyendo en este artículo de Javi Kobe.